jueves, 10 de abril de 2014

Viento del Norte

Quién me iba a decir que acabaría durmiendo en el apartamento al que no quise subir cuando la conocí..

Ha sido extraño.. despertaba todas las mañanas en su cama con los ruidos de las gaviotas que sobrevolaban el puerto pesquero, resonaban los pasos que hacían crujir el parquet camino de la ducha y pensaba que era ella, pero al abrir los ojos contemplaba su sonrisa de ojos achinados y mofletes colorados envuelta en el pijama azul y sólo era una foto colgada en la pared. Y mientras hacíamos el desayuno (no huele igual el aroma del café recién hecho cuando no tienes ningún tipo de prisa para saborearlo) en la cocina yo imaginaba su presencia allí plantada mirando los cargueros partir y los nubarrones de cinco colores dispersarse. Y después, cada día en una, nos bañábamos en todas las playas mientras yo buscaba en vano sus huellas por la orilla, nos golpeaban con furia las olas de dos metros y me tumbaba resignado en la arena del color del polen rodeado de acantilados, entonces escuchábamos a lo lejos el sonido de los truenos y deseaba que el sueño de esperarla no terminara jamás. Cuando empezaba a llover caminábamos por sus calles, yo miraba los precios de los alquileres por si algún día la suerte se pone de mi lado, y entrábamos en sus tiendas de aromas inverosímiles, en sus heladerías siempre atestadas, en sus cervecerías de cruces blancas.. y tirábamos fotos en sus palacios, en sus catedrales y en su faro mientras entre nosotros cada vez eran más frecuentes los ataques de risa y ella seguía sin dar señales de vida.

La última noche tuvimos parrillada de pescado con el vino más caro, café solo, orujo blanco, y sus diez cubatas caminando haciendo eses desde la plaza multicolor hacia bares cada vez mas oscuros buscando una oportunidad que hace tiempo desapareció. Cuando al fin intenté recuperar su teléfono los ecos de su risa se hicieron más claros antes de desaparecer por completo, quedé preguntándome en silencio por qué ha tenido que ser precisamente este verano el que esté a más de cinco mil kilómetros de aquí.


martes, 8 de abril de 2014

Las Camisetas de futbol

Julián y Jesús continuaban en el mismo lugar, también nos cruzamos con el informático-chicoparatodo (cero en gimnasia eh, bola de sebo?) y con la secretaria de mi Jefe (falda blanca transparentando carne), no era espectáculo habitual de mi planta verme con otra mujer Camisetas de futbol por el pasillo un baúl que desprendía por el aire un aroma infecto a orín, ácido y descomposición. Mientras se sucedían las caras de estupefacción y la dilatación de pupilas nos acercábamos a una puerta del baño que parecía hacer lo posible para no ser alcanzada. Miré el reloj en la zurda sin soltar el asa en la derecha: media mañana. Tenía el estómago vacío: un chorro de café y una solitaria albóndiga no eran bagaje suficiente para que no me crujieran las tripas. Me sentía a punto de caer mareada.

http://www.camisetasnuevas.org/

La morenaza no había pronunciado ni una puta palabra en todo el camino, cuando la puerta del baño se cerró detrás de nosotras colocamos el baúl sobre la pila e inmediatamente abrió uno de los grifos para lavarse las manos. Mientras yo recuperaba el aliento apoyada contra la pared ella se enjuagaba con parsimonia. Dediqué un fugaz plano contrapicado a sus largas Las Camisetas de futbol y las voluptuosas curvas que había conseguido encorsetar en un vestido azul que empezaba por las rodillas y acababa en un escote a rebosar de silicona. Cerró el grifo y se secó las manos volviendo a estar impoluta y haciendo que me sintiera más sucia, más cansada y más irritable, notaba el tobillo hinchado y dolorido, me latía bombeando sangre que llegaba a golpear con furia las sienes produciéndome aguijonazos en la cabeza.

Al darse la vuelta brillaba con intensidad la suficiencia y soberbia en sus ojos, claramente me consideraba alguna especia de ser inferior y yo empezaba a preguntarme de dónde coño había salido ¿de la planta decimonovena o qué? Mal que bien había tolerado las inquietantes expresiones de extrañeza, incluso de pavor, que todo bicho viviente me había dedicado desde primera hora, pero aquella sombra de altanería en los ojos de la Moni estaba convirtiéndose en la gota que iba a desbordar el vaso de aquella mañana densa y desagradable, había aguantado la mirada de gente que hace crecer su autoestima a base de destruir la tuya de demasiadas personas cercanas, pero nunca de una desconocida. Cuando parecía que iba a escupir alguna palabra sonó su móvil y se apartó para hablar en voz baja, el mío llevaba sin vibrar un buen rato pero aún así debía haber acumulado dos docenas de llamadas perdidas, mi Jefe debía estar trinando.

Me separé de la pared para coger un par de rollos de papel y me acerqué resuelta al baúl, de la base goteaba una insoportable mezcla de mugre, vómito y pis, en cuanto apliqué el papel a la superficie y se empapó de aquella sustancia subieron trepando a toda velocidad por mi garganta las náuseas, no había forma de no acabar respirando aquella pestilencia y tuve que reprimir las arcadas y los mareos mientras limpiaba la mierda restregando con furia como si estuviera Camisetas de futbol.

Cuando lo dejé prácticamente seco vi en el espejo una versión de mi misma que me hizo estremecer: estaba completamente desencajada. Me contemplé durante un par de segundos transpirando estupor mientras la mente se me iba fundiendo lentamente a un blanco desquiciado. La Moni dejó de hablar y ¿pero de dónde coño había salido? volvió a mi lado mirándome divertida hasta que por fin rompió el mutismo con voz siseante de serpiente bífida: